De dónde viene la preocupación y cómo dejar de preocuparnos
¿Y si…?
Marta se sentía exhausta aquella mañana de lunes. Se había ido la luz de su edificio justo cuando se secaba el pelo, y había perdido el tren de las 8.12. ¿Y si el autobús que la dejaba en la oficina ya había pasado? Tan temprano y con la mente en estado de embullición. La fecha de entrega del informe era ayer…y mañana nos toca auditoría. Y nunca tengo tiempo para desacansar. ¿Y si no ha sido suficiente nuestro esfuerzo?, ¿qué pasará cuando la directora lea el informe?, ¿nos dará el visto bueno?, ¿llegaré a tiempo a trabajar?, ¿mis compañeros pensarán que soy incompetente?, ¿y si…?
¡Cuánta presión! ¿Cómo aguantará Marta hasta el final del día? ¡¿Y de la semana?!
Lo cierto es que esta situación no es solo la de Marta. Y puede que, en algún momento, haya sido también la tuya.
Falsa sensación de control
La preocupación es la reacción automática de nuestro cuerpo para tratar de solucionar aquellos problemas que en ese momento no pueden ser resueltos. Si pudieran serlo, ya los habríamos solucionado. Y es que no poder resolver algo que es importante para nosotros es muy incómodo, nos hace sentir fragilidad e incertidumbre.
Precisamente, al sentir que eso es algo tan importante, nuestra tendencia natural es a mantenernos centrados/as en ellos hasta que podamos resolverlo.
¿Sirve de algo la preocupación? La respuesta corta es no. El proceso de preocuparnos incluye la dedicación de tiempo, esfuerzo, energía, emociones (a veces intensas), tensión sostenida…y otros elementos que desgastan nuestros recursos. Si hay algo que nos importa, y ahora mismo no tiene solución, parecería interesante guardar los recursos y no gastarlos antes de tener que resolverlo. Y aunque esto nos parece lógico o evidente, ¿por qué no actuamos así?
En ocasiones, dejar de preocuparnos por algo que nos es importante, aún cuando es por una decisión razonada, activa emociones como la culpa. Es decir, cuando paramos esa inversión de recursos dedicados a repasar una y otra vez una situación que no podemos cambiar sentimos que no estamos haciendo lo suficiente por algo muy importante, que estamos actuando como si no nos importase o de manera descuidada.
Si lo analizamos con detenimiento, podemos claramente observar que se trata de un error lógico: si hubiese algo que hubiésemos podido y querido hacer al respecto, ya lo habríamos hecho.
¿Qué está en mi control?
Teniendo claro que darle vueltas a un mismo tema no va a hacer que se resuelva, ni que aumenten las posibilidades de que salga como queremos; ¿qué hacemos para manejarlo?
En primer lugar, es importante ser conscientes de que hemos entrado en ese circuito cerrado de pensar y repensar un problema. Reconocer nuestra humanidad en el proceso y ser compasivos/as con nosotros. ¡Es normal que nos sintamos preocupados si algo nos importa!
En segundo lugar, trata de identificar aquellas partes de la situación que sí están en tu mano. Marta quizá no puede hacer magia para que su autobús aparezca por la esquina cuando ella llegue a la parada. Quizá, si puede avisar a su equipo de que se retrasará unos minutos. ¿Hará eso que llegue a tiempo a trabajar? No. Tampoco lo hará preguntarse qué habría pasado si no se hubiese ido la luz, o qué pensarán sus compañeros de ella si llega tarde.
En tercer lugar, es importante saber que los pensamientos de preocupación van a volver a saltar, como las notificaciones que te avisan por cuarta vez que has recibido un email y aún no lo has leído. Para ello, cabe preguntarse ¿qué utilidad tiene pensar en esto de nuevo?
Empieza hoy haciendo un compromiso
Aunque parezca que las precoupaciones solo nos roban pequeños momentos, somos conscientes de lo que nos supone tenerlas de invitadas no bienvenidas en nuestras vidas. Sin embargo, siendo incluso más practicos, a veces se nos pasa por alto la cantidad de tiempo que les dedicamos. Y es que, aunque parezcan solo gotas en el agua, todas juntas pueden hacer un océano.
Por todo eso, y por todas las cosas que quieres en tu vida para las que a veces no encuentras tiempo, decide hoy comprometerte contigo a no dejar que las preocupaciones tomen el control y ocupen el tiempo que quieres darle a aquello que sí te aporta.
Puedes probar la siguiente frase a modo de compromiso, o puedes crear la tuya propia: "Me comprometo a ser consciente de lo que me preocupa, a escucharme y entender aquello que parece importante, a valorar qué está en mi mano y qué no, a aceptar aquello que no puedo cambiar, y a dejarlo ir".
Y recuerda: "Hoy es el mañana por el que te preocupabas ayer" Dale Carnegie
Si consideras que te generan demasiado estrés las preocupaciones, contáctanos y con gusto te asesoraremos.
Agenda una entrevista orientativa sin coste y te ayudamos a identificar tu estrategia. Puedes escribirnos a través de la web o enviarnos un correo a info@bangardia.com
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